El fotógrafo guipuzcoano Jesús Uriarte (Pasaia, 1948) y el escultor y grabador Eduardo Chillida (Donostia, 1924-2002) mantuvieron desde los años 80 una relación laboral y amistosa, que se ve ahora expuesta en la sala Artegunea de la Fundación Kutxa en Tabakalera, comisariada y diseñada por Jon Uriarte. Fotografía en color y blanco y negro, de formatos rectangulares y cuadrados en su mayoría, ofrecen la imagen del escultor y su obra, realizada para diversos catálogos, folletos y libros del artista.

Fotografía un tanto distanciada de la obra del escultor, que capta su proceso de creación con respeto y atención, sin entrometerse en la obra del mismo. Encuadra la obra de Chillida en sus diversos talleres, Villa Paz y Legazpi, así como al aire libre en Saint Paul de Vence o en Gernika. Y lo hace con sutilidad y mirada discreta y reflexiva. La enmarca en parajes naturales, laborales, industriales y urbanitas. Y se empeña en que aparezca el escultor con sus herramientas de trabajo, operando sobre las obras de tierra, papel, acero u hormigón. Sólo, o acompañado por sus ayudantes de campo, con sus buzos de labor, o de trabajo. Y capta también sus mesas de trabajo y sus herramientas, colocadas siempre en orden y en silencio, siempre dispuestas a acudir a las manos del creador para producir yunques o peines del viento, cruces o espacios silentes. Su taller del alto de Miracruz era un lugar sagrado, donde nos recibía con espacios sonoros de Bach o de Telemann, siempre dispuesto a colaborar en cualquier causa cívica, de orden social o religioso, cultural o deportivo.

Eduardo era un hombre generoso, fiel y atento a la realidad de su pueblo, al que regaló algunas de sus mejores creaciones, como el Peine del viento (1977), plasmado excelentemente por Uriarte, tanto al autor como al proceso de su ubicación y anclaje al borde la de la ciudad y en los límites de la misma, o en sus numerosas obras depositadas al borde de la bahía de La Concha. Un día mi tía Arantxa al preguntarle, cuando paseaba en compañía de su mujer Pilar Belzunce, de dónde sacaba sus repertorios iconográficos, Eduardo le respondió señalando a la bahía: “De ahí mismo”.

También Uriarte documentó sus grandes obras en hormigón como el Elogio del Horizonte de Gijón, o el Monumento a la tolerancia de Sevilla, las esculturas Gure aitaren etxea de Gernika, y Elogio del agua de Barcelona, y fotografió sus encofrados de madera y sus modelos de porexpan realizados en naves industriales.

No menos interesantes resultan algunas fotografías de pequeño formato realizadas al clan de los Chillida, con motivo de diversos actos y exposiciones, en los que se muestra de manera natural al conjunto de la familia.

Uriarte, además de fotógrafo de El País durante 40 años, trabajó también como fotoperiodista en diversos medios del País Vasco como Berria, Egin y Efe en momentos significativos y duros del mismo.