Itsasondo. Pequeña localidad de la Gipuzkoa profunda que no antepone ningún título a su nombre, es decir, ni es “valerosa”, ni “muy leal”, ni “invicta”, ni “heroica”, ni nada. Es modesta, como sus gentes. Se fundó en 1615 al independizarse de Ordizia, mediante pago de 6.256,25 maravedíes, correspondientes a los 91 vecinos que tenía, según recoge la Geografía de Guipúzcoa de Serapio Múgica.

En la actualidad no alcanza los mil habitantes. Conoció tiempos mejores desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la década de los setenta del pasado siglo gracias a la explotación de las minas de pizarra con destino a los establecimientos docentes, la construcción, el mobiliario urbano y de interiores y, dato curioso, para la fabricación de mesas de billar.

Hijos ilustres

El más antiguo es Juan Bautista de Olasagasti y Jauregui, secretario del rey Felipe V, miembro del Consejo de Hacienda y su contador general de Millones, que fue investido caballero de la Orden de Santiago en 1732 y que, según el cronista de la época, se presentó al acto con humildad, generosidad y profundamente agradecido.

En la web municipal no lo mencionan, quizás por olvido o ignorancia, pero recuerdan a un doctor ingeniero industrial, director de la compañía minera Sierra Menera, de Guadalajara y Teruel, tres ciclistas y un corredor de ciclocross.

A partir de ahora deberán incluir al doctor en Veterinaria y catedrático de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Pública de Navarra, José Antonio Mendizabal Aizpuru, itsasondoarra de naturaleza y pamplonés de adopción, que el pasado lunes ingresó por méritos en la Real Academia de Ciencias Veterinarias, en Madrid, tras pronunciar su lección de ingreso sobre la Historia de la Avicultura en España. Y lo hizo con la misma discreción y rigor que su paisano Olasagasti, pero duchado y de chaqué, como indica el rígido protocolo de la institución. Ser de Itsasondo imprime carácter.

Se remontó a la domesticación de las gallinas, posiblemente en Tailandia, para trazar una documentada historia de la avicultura en España, mencionando como pioneros e impulsores a dos profesores de nuestra Escuela madrileña del siglo XIX, D. José Echegaray Lacosta, padre de José Echegaray Eizaguirre, ingeniero de caminos, matemático, político y dramaturgo, premio Nobel de Literatura en 1904, y al ínclito D. Nicolás Casas de Mendoza, autor de sendos tratados al respecto en 1844 y 1872.

En su disertación señaló la curiosa anécdota documentada del envío de un lote de gallinas de raza Castellanas Negras –una de las razas de gallinas más antiguas de Europa y que, curiosamente, pone huevos que son de cáscara blanca–, obsequio de la Reina Regente Dª María Cristina de Habsburgo-Lorena al papa León XIII, sabedora de su predilección por el huevo pasado por agua en el desayuno. Aquel lote de cuatro gallos y 24 gallinas criadas en la finca madrileña de Algete del Conde de las Navas y aposentadas en los jardines del Vaticano, fueron, al parecer, del total agrado del pontífice. Ese aristócrata, a la par que intelectual, rara avis entre los de su estirpe, formó la mejor biblioteca de avicultura del mundo, hoy desaparecida por las disensiones entre sus descendientes –al más puro estilo de La Promesa–, todos nobles y poco dados al trabajo. Alguno es profesional de la farándula, de la coyunda alocada y las consiguientes pruebas de paternidad.

En ese momento en que, pasados veinte minutos de cualquier charla, se desconecta y la imaginación echa a volar con pensamientos, casi siempre de tipo lúbrico, con alguna persona del entorno como protagonista, a falta de otra cosa desde mi asiento me pareció un acierto diplomático que el plumaje de las gallinas fuera a juego con la indumentaria de los funcionarios de la mayor multinacional del mundo, al tiempo que me surgían prometedoras líneas de investigación a futuro.

Si el papa tomaba un huevo diario, ¿qué hacían con el resto de la producción y con los pollos? ¿Los trapicheaba el cardenal camarlengo? ¿Qué ocurrió cuando los médicos vaticanos prohibieron al papa la ingesta de tan nutritivo manjar, con muy mala prensa entre los galenos ignorantes? ¿Cómo acabó el lote y su descendencia tras el fallecimiento del pontífice? Su sucesor, el patriarca de Venecia, cardenal Sarto, que adoptó el nombre de Pío X y que accedería a la santidad, ¿tenía la misma predilección en la prima colazione o era más de pan –integral, sin gluten– con tomate y aceite de oliva, cereales ecológicos y leche sin lactosa, de soja o avena, por consejo de su nutricionista? Tal vez sucumbieron a las alabardas de la Guardia Suiza y se las merendaron los cardenales en alegre camaradería, regadas de tinto de Chianti, para celebrar el fin del cónclave que duró cuatro días y fueron necesarias siete votaciones, tiempo suficiente para atemperar sus naturales odios y rivalidades y confraternizar, antes de partir a sus lejanos lugares de origen por todo el orbe conocido.

Volví a centrarme en la lección de ingreso cuando el ponente hacía un guiño a la igualdad, recordando a la primera avicultora española, Rosario Acuña y Villanueva, madrileña, poeta, dramaturga, librepensadora Hactitud peligrosa, entonces y ahoraH, alumna por correspondencia en la Escuela de Avicultura de Arenys de Mar (Tarragona), reservada a los varones, que instaló en Santander, en 1900, una granja avícola que, por presiones de los biempensantes, cerraría cinco años más tarde, para trasladarse a Gijón, donde falleció en 1923.

Hizo una referencia a la filosofía Una única Salud/One Health, término acuñado en 1964 por el veterinario norteamericano Calvin W. Schwabe, concretándola en los episodios de influenza aviar, que consideró un desafío para la salud pública del presente siglo.

Hoy domingo

Espárragos de Olite. Tortilla de anchoas y ensalada de endivias con quesos, Cabrales y Emmental. Fresas. Tinto, crianza 2020 Ondalan de Oion. Agua del Añarbe gran reserva. Café y petit fours de chocolate de Beatriz de Pamplona.